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domingo, 26 de mayo de 2013

Lonely Jazz - La historia de Yumeko

Yumeko siempre había sido una niña solitaria. De padre militar Americano y madre Japonesa, los continuos destinos y cambios de domicilio jamás le habían ayudado a forjar una verdadera amistad. Es mas, lo que habían conseguido era convertir a Yumeko en una niña aun mas tímida.

Ella intentaba relacionarse, sobre todo los primeros años, pero el paso del tiempo le enseñó a refugiarse en otro ámbitos. Por ejemplo la música. Desde que podía recordar su padre siempre ponía en casa discos de Jazz y blues. De ahí su ímpetu por aprender a tocar el saxofón.

Tras años de destinos por todo el mundo, su padre había decidido pedir una excedencia. Cansado de viajar y no tener una estabilidad, había pensado que la mejor opción sobre todo para Yumeko, viendo su carácter, era volver a la tierra natal de su madre. Japón.

Afincados en la ciudad de Tokio,  Nathan, su padre había hecho lo imposible para ayudar a Yumeko para socializar un poco más… pero todo el mundo sabe que los adolescentes son crueles. Y ante las cosas raras, la gente es peor.

Rara.

Esa era la palabra que Yumeko escuchaba todos los días. Medio gaijin- medio japonesa y sobre todo esos ojos azules que había heredado de su padre, le estaban costando otro rechazo más en el instituto.

Cansada del rechazo, comenzó a encerrarse más y más en la música, en los videojuegos, en los libros… Todas esas cosas que no requerían compañía y que Yumeko disfrutaba con todo su corazón. Porque ese era su tesoro más preciado, un gran corazón.

Dulce por naturaleza y con una bondad infinita Yumeko aprendió a esconderse de los demás, de todos aquellos que le llamaban rara, que la marginaban y que no se acercaban a ella por ser la hija de un gaijin.

Pero entonces algo cambió en su vida, su música y sus videojuegos dejaron de ser sus únicos amigos, cuando alguien, de manera más bien forzosa, entró en su vida. Ella,  vergonzosa, intentó esconderse de esta nueva amistad, no sabía cómo hacer frente a ella. Pero Yun Hee no estaba dispuesta a dejar que ese pastelito ( como ella le llamaba ) se escondiese bajo esas gafas de pasta otra vez.

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