Declan nació en un pequeño pueblo de Irlanda. Su historia tuvo un comienzo triste. Sus padres, muy jóvenes, decidieron que no serían capaces de cuidar de él, por lo que a los pocos días de vida lo dieron en adopción.
Una
mujer del mismo pueblo, Rose, casada con Aidan, hacía tiempo que
deseaba un niño. En seguida habló con su marido para criar al chico como
si fuese suyo. Ambos fueron felices con el pequeño, al que dieron el
nombre de Declan.
Durante el paso de los años, Declan se convirtió en un chico obediente, bueno y que se desvivía en ayudar a sus padres. Sus
padres siempre pensaron que sería bonito tener un hermano o una hermana
para él. Lo intentaron durante años, pero no había suerte, hasta que
una mañana, cuando Declan ya había cumplido los 13 años le dieron la
gran noticia: esperaban un nuevo miembro en la familia.
Su
sonrisa fue increíble, siempre lo había deseado en secreto, pero nunca
se lo había dicho a sus padres. Sabía que ellos lo deseaban, pero no
quería presionarlos. Ahora su deseo se convertiría en realidad.
Finalmente
fue una niña lo que esperaban: Tara la llamarían, Declan fue quien lo
eligió. Sus padres querían que tuviesen una unión especial y creyeron que darle un nombre, sería lo mejor.
Tara nació, pero la alegría no duró demasiado… Pronto
una desgracia azotó a la familia. Su padre enfermó gravemente, una
enfermedad en los pulmones que los médicos fueron incapaces de detener.
Aidan murió, y con él se llevó la sonrisa de Declan. Pronto se convirtió
en un muchacho solitario y melancólico, en un chico
responsable que vivía por y para su familia. En seguida adoptó la
posición del hombre de la casa, del papá del que jamás iba a disfrutar Tara.
Quería
a esa mujer y a esa niña con todo su corazón, su madre y su hermana era
lo que protegería por encima de todo, jamás las perdería pasase lo que
pasase. Pero a veces esto se le hacía cuesta arriba. En esos momentos,
de tanta responsabilidad en la que su espalda ya no podía más con el
peso de la situación, Declan paseaba por el bosque cercano a su hogar.
Le
gustaba ir a la sombra de los árboles, ponerse los cascos, subir el
volumen y desconectar. Desconectar de aquella vida tan triste, de todo
aquello que le habían arrancado. Su padre, aquel hombre que no le dio la
vida, pero el hombre que siempre admiró.
En el linde del bosque a veces llevaba su libreta y escribía, o simplemente garabateaba lo que veía. Se le daba bien dibujar.
Después
de aislarse un par de horas, siempre volvía a su hogar a la búsqueda
del cariño incondicional de “sus dos chicas” como él las llamaba.
Pero
parecía que el destino aún no había acabado con aquella familia. Cuando
Declan ya tenía 19 años y Tara unos 4 su madre falleció. Acababan de
quedarse huérfanos, él ya sabía lo que era eso y odió la idea de que le
sucediese lo mismo a Tara. No lo permitiría.
En
cuanto tuvo la oportunidad la acogió bajo su tutela. El la criaría, no
permitiría que nada ni nadie los separase. Otra vez no. Era la única
familia que le quedaba y siempre SIEMPRE cuidaría de ella. Eso sí, fuera de Irlanda.
Comenzó
a odiar su pueblo, su vida y sintió la necesidad de marcharse de allí. A
fin de cuentas ¿ que había en aquel lugar para ellos? NADA. Solo
tristeza y recuerdos que jamás volverían.
Así
que un día, de madrugada, Declan cogió una maleta, lo imprescindible y
necesario, los juguetes de Tara, una foto de sus padres y los dos se
marcharon.
Nadie
supo jamás a donde se fue aquel chico solitario con su hermana, pero lo
que todo el mundo tenía seguro era que fuesen a donde fuesen, siempre
estarían juntos.
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